Rúbrica
Baño de sangre de mujeres
Por Aurelio Contreras Moreno
La semana que concluyó fue una de las más traumáticas de los últimos años para
las mujeres en México, ante el desbordamiento de la violencia feminicida que ha
rebasado por mucho al Estado, mismo que de por sí nunca ha tenido –ni antes ni
ahora- verdadero interés por encontrar las causas y las soluciones para este
fenómeno.
El feminicidio de Debanhi en Nuevo León encendió el interés mediático general
sobre un tema que no ha dejado de estar ahí, como una grieta en uno de los
pilares del país que se hace cada vez más grande y que refleja un problema
estructural profundo, que ninguna institución ni la propia sociedad mexicana han
sido capaces no solamente de atender, sino de entender.
Las cifras muestran una realidad que las autoridades buscan matizar con
verborrea y demagogia, pero que sin embargo, son desgarradoras y muy
contundentes.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad
Pública (SESNSP), durante el primer trimestre de 2022 se registraron 228
feminicidios en México, de los cuales 76 se cometieron en enero, 79 en febrero y
73 en marzo.
Esos números, funestos en sí mismos, no reflejan sin embargo el grado de
violencia que con cada vez mayor intensidad se ejerce en estos crímenes. No
solamente se mata a las mujeres, sino que se les tortura, se les lastima con un
sadismo absolutamente irracional.
Además, las víctimas cada vez son mujeres más jóvenes, menores de edad e
incluso niñas, lo que le imprime una brutalidad al fenómeno que exhibe las
omisiones de las autoridades, en todos los niveles de gobierno, que se resisten a
hacer un trabajo que les incomoda realizar, ya sea por incapacidad, incomprensión
o por abierta misoginia -como ha quedado más que claro en numerosas
ocasiones-, y a las que les resulta más sencillo revictimizar que aplicar políticas
públicas efectivas, pues las últimas cuestan dinero que no están dispuestos a
invertir. Austeridad, le dicen.
Tampoco se puede dejar de lado la operación de poderosas mafias de trata de
mujeres en esta oleada de violencia. Grupos del crimen organizado que en
colusión con autoridades y fuertes intereses de tipo económico y político protegen
redes delincuenciales que hacen de las mujeres su mercancía, que una vez que
es utilizada, consumida, es desechada.
El caso de Debanhi así lo muestra. Tras dos semanas en su búsqueda, la joven de
apenas 18 años fue encontrada en una cisterna en un lugar donde ya la habían
buscado, lo que indica que la fueron a dejar ahí para proteger quién sabe a quién.
Las consecuencias de todo lo anterior están a la vista. Y aunque cada caso tiene
sus particularidades específicas, las once mujeres asesinadas diariamente en
México por el hecho de ser mujeres son la muestra clara de una descomposición
social de la que nadie se está haciendo cargo, más que ellas mismas, que se han
visto obligadas a salir a las calles, a las redes y a muchos otros espacios públicos
a manifestar su rabia y a exigir que se detenga la violencia feminicida.
Veracruz, donde el gobierno se ufana de supuestamente haber reducido los
feminicidios, se mantiene en los primeros lugares nacionales en la comisión de
este delito que en esta misma aciaga semana que terminó, registró el asesinato de
Juana, de 21 años, agredida en su departamento en Xalapa presuntamente por un
vecino que le robó unas pertenencias; y el de Edith Vianey, también de 21 años,
quien fue ahorcada y apuñalada por su pareja, de 56 años, dentro de su vivienda
en Oluta, al sur de Veracruz.
El baño de sangre de mujeres se nos ha vuelto tan cotidiano, que algunos hasta
niegan que suceda y prefieren cubrirse los ojos con el lodo de su desdén. Hasta
que la violencia les toca la puerta.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
